María del Carmen Nava Polina.

Alguna vez en honorable institución de representación, un alto funcionario me pidió que dejara de preparar nuevos indicadores sobre evaluación de resultados y que mejor me pusiera a trabajar en otra cosa… en el lugar que yo quisiera (entre más lejos, mejor). Unos meses después, a punto de recibir la certificación de ser parte del servicio civil de carrera, se me “requirió” el lugar en el que trabajé, para disponerlo de mejor manera. Son un par de ejemplos de cómo la implementación de la ley da paso a los usos y costumbres en el legislativo. Norma vs operación.

Los detallitos del Estado

¿Cómo toma lugar el gobierno abierto en el enramado burocrático real que conforma el aparato del Estado? Tengo la impresión de que el discurso se ha posesionado –que no posicionado- como características deseables, sofisticadas, relacionadas con el uso de tecnologías de la información y de formato de datos abiertos, más que con la raíz del sentido democrático que es: incluir al ciudadano en el proceso de toma de decisiones, explicar cómo funciona el aparato de gobierno, justificar, sustentar y comprobar por qué la autoridad opta por las decisiones públicas que toma.

El gobierno abierto implica construir y mantener ventanales cristalinos para que cualquier interesado se percate de cómo funciona la maquinaria; que si es de su interés pueda emitir sus opiniones –para ser consideradas- y que tenga respuesta y posibilidad de conocer sobre el uso de recursos de todo tipo (presupuestales, administrativos, bienes, endeudamiento), de las decisiones que se toman y que pueda accesar a la información de los rincones del funcionamiento del gobierno.

Gobierno abierto es repensar al Estado cristalino, nítido, participativo, transparente, responsivo y con la obligación de explicar cada paso que da en cualquier tema: medio ambiente, salud, justicia, seguridad, derechos humanos, parlamento, elecciones, gobernabilidad, energía, infraestructura, igualdad, jurisdiccional, rendición de cuentas.

El Estado, en el sentido teórico más básico (conformado por población, gobierno y territorio) es el que responde, el que se abre a través de los elementos que lo conforman. De ahí que los integrantes del gobierno deban ser abiertos: el Poder Legislativo, Judicial, Ejecutivo y órganos autónomos. Y la sociedad no es la excepción, también debe abrirse y funcionar bajo estos rubros, responder cuando reciben y utilizan recursos estatales; aquí entran universidades, organizaciones, sindicatos, fideicomisos, personas físicas y morales.

El tener un gobierno abierto permite conocer –por ejemplo- a quién se compran espacios de publicidad oficial en medios de comunicación, en qué se gastan los recursos públicos los grupos parlamentarios, o cuánto reciben las organizaciones de sociedad civil en determinados proyectos. Como podemos percatarnos, la propiedad de nitidez abarca todos los elementos del Estado, requiere en ese sentido también una sociedad abierta.

Realidad simulada

Y si nada –ni nadie- escapa a la apertura de gobierno, ¿ya es una realidad o estamos en la etapa de planteamiento de un discurso? Pese a que han habido avances en socializar el término de gobierno abierto, la realidad en la operación y en el cotidiano funcionar del gobierno muestra que la apertura aún se encuentra en la fase de deseo.

Estoy convencida de que los eventos públicos tienen una funcionalidad pero es muy limitada. Traigo como ejemplo la inauguración de un hospital: luce espectacular en la foto pero que aún no está equipado para recibir enfermos.

El problema se presenta cuando el objetivo de ser gobierno abierto se presenta como meta alcanzada derivado de la aplicación de sofisticadas y útiles tecnologías de información, sin incorporar a la sociedad, cuando los datos de operación gubernamental son acotados, o cuando se presentan como logros lo que no ha ocurrido en la realidad, creando un gobierno abierto de ficción.

Es aquí cuando la simulación entra a escena. Doy un ejemplo.

En el evento de la Alianza por el Gobierno Abierto realizado en México el pasado 28 de octubre, el Presidente de la República presentó como logro la Alianza por el Parlamento Abierto (APA). Aquí me surgen algunas preguntas: ¿cómo impulsó esta Alianza desde la presidencia, si los involucrados fueron el Senado, el órgano garante de transparencia y sociedad civil? ¿A través de quiénes participó?

La APA no ha pasado de la foto de un evento que se dio en septiembre de 2014, en el que la Cámara de Diputados no quiso firmar como actor involucrado sino solo como testigo sin ninguna vinculación ni obligación.

La APA no presentó una periodización de acciones concretas que llevaran a la apertura del legislativo.

La APA dio un paso con uno de los cuatro conformantes de la alianza y que fue la sociedad civil al elaborar, presentar, difundir y poner a disposición de los 34 instituciones legislativas del país, el Diagnóstico de parlamento abierto en el que se muestra que en materia presupuestal y administrativa, los congresos cumplen con el 23.5% de los elementos de parlamento abierto.

La APA no ha logrado siquiera que los presidentes de las mesas directivas de Cámara de Diputados y del Senado respondan a cartas que remitimos al inicio de la legislatura, para realizar avances en parlamento abierto y cumplir con obligaciones de transparencia, como publicar su organización administrativa como lo establecía la Ley General de Transparencia para el pasado 30 de agosto.

Dejo sólo un dato para terminar: el gasto legislativo total en el país es de 24 mil 284 millones de pesos; monto que equivale a 1.3 veces el presupuesto del Instituto Nacional Electoral. Desconocemos el detalle del uso de estos recursos.

¿Cómo lograr pasar de la simulación a la realidad si el gobierno mexicano tan sólo hace un par de semanas, segmentó el evento inaugural de #OGP15 dejando fuera a miembros de sociedad civil, y dentro del discurso presenta como logro propio una alianza por el parlamento abierto que no se ha reflejado en acciones concretas?

Simulaciones abiertas es la antítesis de lo que requerimos en gobierno abierto, pero es lo que hay. ¿Cómo generar sinergias para hacer realidad la apertura? Es la pregunta del millón.

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